«Sublime decisión» II
Matilde (tía) y Don José (padre) están acompañando a Cecilia porque va a llegar un pretendiente que quiere casarse con ella. La escena empieza en el momento en que el pretendiente, Manolo, llega acompañado por su amigo Pablo.
CECILIA.- Pasen ustedes por aquí. Hagan el favor… Les voy a presentar a mi papá y a mi tita… ¿Cómo dijo que se llamaba su amigo?
MANOLO.- Pablo Meléndez.
CECILIA.- Pues Pablo Meléndez y Manolo Estévez, el muchacho del que ya os he hablado.
DON JOSÉ.- Es para mí un honor recibirles en esta casa…
MANOLO.- Encantados.
MATILDE.- Vayan ustedes sentándose, señores míos, mientras yo termino esta preciosa pieza de Chopin… Ven a mi lado, Cecilia; sigue pasándome las páginas… Cecilia acaba de llegar de visita de casa de los Duques de Montpellier. Por eso la cogen ustedes vestida y con el sombrero puesto.
MANOLO.- No importa. Es un sombrero tan bonito…
MATILDE.- Precioso… Oh, en esta casa somos tan amantes de la música… La música sublimiza el alma… ¡Qué bien pasas las páginas, criatura! ¡Eres admirable!
CECILIA.- Por favor, tía.
MATILDE.- ¡Qué maravilla! Y bien, amigos míos… Cecilia me había hecho tantos elogios de usted, señor Estévez… Y veo que se ha quedado corta… ¿Verdad, José?
DON JOSÉ.- Nunca he visto un caballero tan simpático…
MATILDE.- Y tan arrogante…
MANOLO.- Muchas gracias, señora… Conocí a Cecilia en casa de las señoritas de Revuelta…
MATILDE.- ¡Ah, sí! Unas muchachas un poco alocadas para mi gusto… ¿Verdad, José?
DON JOSÉ.- Sí; y bastante sucias, según dicen…
MATILDE.- Nosotras, en cambio, somos todo lo contrario… Amantes del orden, del hogar, de la música… ¿Ha visto usted qué gato?
MANOLO.- No.
MATILDE.- Es aquel.
DON JOSÉ.- Es esto que tengo sobre las rodillas.
MANOLO.- ¡Ah,sí! Pues es muy hermoso…
MATILDE.- Mire, joven, escuche esto que le voy a decir: un gato sobre el regazo de una mujer o sobre las rodillas de un hombre, simboliza la paz y la felicidad del hogar, que todo hombre soltero debiera procurarse…
FELISA.- Buenas.
MANOLO.- Buenas.
FELISA.- Adiós…
MANOLO.- Adiós…
MATILDE.- Ustedes estarán extrañados del comportamiento de esta sirvienta, pero no crean que se da a la bebida, ni mucho menos. Lo que pasa es que tiene la meningitis… ¿Verdad, José?
DON JOSÉ.- Eso, eso.
MATILDE.- Cecilia, que es tan buena, la encontró un día en la calle abandonada en el portal, con su meningitis… Y como tiene ese corazón, pues la trajo aquí para cuidarla…
DON JOSÉ.- Siempre que sale a la calle se trae a dos o tres con meningitis…
MANOLO.- Es que Cecilia, además de tener un corazón de oro, tiene un sombrero muy bonito.
MATILDE.- ¿Verdad que sí?
MANOLO.- Desde la primera vez que la vi con ese sombrero, no sé lo que pasó por mí…
CECILIA.- Es usted muy galante, Manolo.
MANOLO.- No digo más que la verdad.
CECILIA.- Pues a mí me han dicho que Santa Cruz de Tenerife es muy majo.
DON JOSÉ.- ¿Cómo dices, niña?
MATILDE.- ¿Decías algo, cariño?
CECILIA.- Sí, estaba diciendo que a mí me han dicho que Santa Cruz de Tenerife es muy majo…
MANOLO.- ¡Ah, sí! Ahora recuerdo que también dijo usted eso la tarde que nos conocimos… Y a mí me agradaron tanto aquellas palabras, teniendo en cuenta que mi madre era de allí…
MATILDE.- Cecilia dice siempre cosas muy agradables…
DON JOSÉ.- No hay que olvidar que le hemos dado una esmerada educación, porque, afortunadamente, nuestros medios de vida nos lo permiten…
MATILDE.- Naturalmente, naturalmente…
CECILIA.- A mí antes me gustaban mucho las muñecas, pero ahora ya me gustan menos…
MANOLO.- ¡Es verdad! También dijo usted eso aquella tarde… ¡y a mí me gustó tanto…!
MATILDE.- Es que es tan ingeniosa… Bien, hijita… ¿Y qué haces que no les ofreces unas pastas a estos caballeros tan simpáticos?
CECILIA.- Tienes razón. ¡Qué distraída soy…!
MATILDE.- ¿Y qué? ¿Usted conoce nuestro idioma, o tal vez…?
PABLO.- Sí, claro. Soy español.
MATILDE.- ¡Ah! Como no hablaba, yo pensé…
MANOLO.- Es que es un poco corto…
PABLO.- Además que, como hace tanto frío, temo abrir la boca.
DON JOSÉ.- ¿Frío? ¡Pero si yo estoy sudando a chorros!
PABLO.- Sí, pero eso, a lo mejor, es por el gato.
DON JOSÉ.- No. Al contrario. El gato ya se está quedando frío…
MATILDE.- Ande, tome usted una pastita y entrará en calor…
MANOLO.- Están riquísimas…
MATILDE.- ¿Verdad que sí…? ¡Pues las ha hecho Cecilia…!
PABLO.- ¡No me diga!
MANOLO.- ¡Es imposible!
MATILDE.- Nada de imposible… Es que a Cecilia no hay quien la gane en repostería…
DON JOSÉ.- ¡Y si usted viera cómo guisa! ¡Hoy nos ha hecho un conejo…!
MATILDE.- Anda, José, dale a estos señores una copita de ese licor que hace la niña…
DON JOSÉ.- ¿Del Anís del Mono?
MATILDE.- Sí, de ese.
CECILIA.- No te muevas, papá… Yo lo cogeré…
MATILDE.- ¡Y es que tiene una habilidad para todo…! Este aparador también lo ha hecho ella…
MANOLO.- Pues está muy bien hecho.
DON JOSÉ.- Con cajones y todo, que se abren…
MATILDE.- ¿Qué les parece el licor?
MANOLO.- Delicioso.
PABLO.- Muy dulcecito…
MATILDE.- Bueno, y hablando de todo un poco… ¿Usted qué se ha propuesto viniendo aquí, señor Estévez?
MANOLO.- Pues yo… Yo quería ser presentado a ustedes, por si mis relaciones amistosas con Cecilia cambiasen algún día de forma…
MATILDE.- ¿Cómo algún día? ¡Ahora mismo…! Nos es usted tan simpático… ¿Verdad, José?
DON JOSÉ.- Yo les estoy tomando muchísimo cariño.
MATILDE.- Ande, póngase cómodo… ¿Quiere usted quitarse los zapatos y que le traiga las zapatillas de mi hermano?
MANOLO.- Por Dios, señora, muchas gracias… Otro día… Lo que sí voy a tomar es otra copita…
CECILIA.- No faltaba más.
MATILDE.- ¿Y usted, caballero, si no es indiscreción?
PABLO.- Yo soy muy amigo de Manolo… Me dijo que Cecilia tenía una hermana, y he venido porque, si está libre, a lo mejor me conviene y me la quedo…
MATILDE.- ¿Cómo se la queda?
DON JOSÉ.- Su manera de expresarse, señor mío…
MANOLO.- Es que Pablo quisiera casarse también.
MATILDE.- ¡Ah! En ese caso, se expresa usted muy bien. ¿No es cierto, José?
DON JOSÉ.- Divinamente…
MATILDE.- Pues sí, en efecto… Cecilia tiene una hermana, pero hoy está un poco pachucha… Desde luego le conviene a usted, porque es muy buena y muy habilidosa. Esa butaca la ha hecho ella...
DON JOSÉ.- Con sus cuatro patas y todo…
PABLO.- Pues si yo la pudiera ver, por si me conviene…
MATILDE.- Desde luego, convenirle, claro que le conviene… Anda, ve a decírselo, Cecilia… A ti te hará más caso…
CECILIA.- Lo intentaré… Pero hoy está tan rara… Con el permiso de ustedes…
MANOLO.- ¡Pero qué sombrero tan bonito! ¡Y cuidado que habla bien de Santa Cruz de Tenerife!
MATILDE.- En efecto… Jamás le escuché un reproche sobre esa maravillosa ciudad…
DON JOSÉ.- ¿Y su posición económica, caballero? ¿En qué trabaja usted?
PABLO.- Yo soy rico por mi casa, y no necesito trabajar. Por eso, si a mí me conviene una cosa, pues me la quedo, y Santas Pascuas…
MATILDE.- Claro, claro… Hace usted muy bien.