Las bicicletas son para el verano II

CUADRO X

(Casa de DOÑA ANTONIA. Están en escena DOÑA ANTONIA, DOÑA MARCELA Y DOÑA DOLORES)

 

DOÑA DOLORES.- Pues a mí me tiene muy preocupada, de verdad. Una incautación, al fin y al cabo, es una incautación. Es quedarse con lo que es de otros.

DOÑA MARCELA.- Pero, mujer, si eso ahora es el pan de cada día.

DOÑA ANTONIA.- Además, lo hicieron con el buen fin: para que la gente tuviera trabajo.

DOÑA DOLORES.- Sí, y para que a Madrid llegaran los suministros. Eso sí es verdad. Porque las Bodegas estaban empantanadas... Pero a mí, cuando me lo dijo, me dio mucho miedo. Le dije que por qué no esperaban a que esto pasase.

DOÑA ANTONIA.- Pues cuando esto pase, de poco se van a poder incautar.

DOÑA DOLORES.- Mujer, depende de quién gane. Aún está la pelota en el tejado. Al fin y al cabo, lo que dice Luis de que los beneficios se los deben repartir los que trabajan, me parece razonable.

DOÑA MARCELA.- Esa monserga se la vengo oyendo a mi marido desde hace cuarenta años. Cháchara, ¿sabe usted, doña Dolores?, cháchara nada más.

DOÑA ANTONIA.- Yo creo que las cosas estaban bien como estaban. Y que lo que tienen que hacer los hombres es trabajar, procurar relacionarse lo mejor posible, y nosotras pedir a Dios que les ayude.

DOÑA DOLORES.- Pero es que no todos trabajan, doña Antonia. Y ahí ha estado el mal.

DOÑA MARCELA.- Cháchara, doña Dolores, cháchara.

ROSA.- Adiós, doña Antonia.

DOÑA ANTONIA.- Adiós, Rosa. ¿Otra copita? Ah, muchas gracias por la botella, doña Dolores.

DOÑA DOLORES.- Tenemos que aprovechar. Porque las que teníamos ya se nos han acabado. Y ahora van a llegar con cuentagotas.

DOÑA ANTONIA.- ¿Ahora que su marido es mandamás?

DOÑA DOLORES.- ¿Qué dice usted? Ahora habrá mucho más control. ¿Tienen ustedes criada?

DOÑA ANTONIA.- ¿Nosotros? ¿Criada?

DOÑA DOLORES.- Como he visto a esa chica...

DOÑA ANTONIA.- Pero ¿no se lo dije a usted, doña Dolores?

DOÑA DOLORES.- ¿A mí? A mí no me ha dicho usted nada. O a lo mejor sí, porque es que no sé dónde tengo la cabeza.

DOÑA ANTONIA.- Ni yo, ni yo; no me extrañaría que, sin habérselo dicho, creyera que se lo había dicho. Es la novia de Pedrito.

DOÑA DOLORES.- ¡Ah!

DOÑA MARCELA.- ¿Su prometida?

DOÑA ANTONIA.- No sé, no sé... A mí no me parece mal que tenga novia. El otro, no; pero éste siempre ha sido un díscolo... Pero que la traiga aquí... Pero, ya ven, dice que la pobre se ha quedado sin casa..., sola en Madrid... y ¿qué va a hacer una?

DOÑA MARCELA.- ¿Y qué tal chica es?

DOÑA ANTONIA.- Pues ¿qué quiere usted que le diga si apenas la conozco?

DOÑA MARCELA.- No, que si trabaja.

DOÑA ANTONIA.- Eso sí. Dispuesta sí parece. Se levanta temprano y lo limpia todo. Ahora se iba a la cola, que dicen que van a dar patatas.

DOÑA DOLORES.- Pues menos mal.

DOÑA ANTONIA.- Y cuando esto pase, ya veremos. Ya veremos si la largamos.

DOÑA DOLORES.- O si se casan.

DOÑA ANTONIA.- Por Dios, qué se van a casar. Si él es un crío y ella es una chica de no sé qué pueblo, sin casa, sin familia...

DOÑA MARCELA.- Familia sí tendrá. No va a haber nacido de una col.

DOÑA ANTONIA.- Pues si la tiene, ha desaparecido, o la han matado, o vaya usted a saber.

            (Tiroteo)

DOÑA DOLORES.- Hay combate.

DOÑA ANTONIA.- Sí.

DOÑA MARCELA.- ¿Ha terminado usted con lo suyo?

DOÑA ANTONIA.- ¿Qué?

DOÑA MARCELA.- Que si ha acabado usted de contar sus desgracias.

DOÑA ANTONIA.- Sí, doña Marcela, sí.

DOÑA MARCELA.- Pues ahora voy a contar yo mis alegrías.

DOÑA DOLORES.- No me diga. ¿Alegrías en estos tiempos?

DOÑA MARCELA.- Me divorcio, doña Dolores.

DOÑA ANTONIA.- ¿Qué dice usted?

DOÑA MARCELA.- Que me divorcio, doña Antonia.

DOÑA DOLORES.- Pero... perdóneme doña Marcela, ¿a estas alturas?

DOÑA MARCELA.- ¿Y a qué alturas quiere usted que lo hubiera hecho?, si antes no había divorcio? Miren ustedes, en cuanto lo implantaron, al llegar la República, pensé pedirlo..., y ya me dirán lo que hubieran hecho ustedes casadas con ese cafre... Pero no lo hice, por mi hijo... Estaban a punto de nombrarle director del banco, de la sucursal de Teruel, y yo no iba a dar la campanada. Pero ahora, en esta situación, que cada uno hace lo que le sale de las narices...

DOÑA DOLORES.- Pero, su marido ¿está de acuerdo?

DOÑA MARCELA.- ¿Y qué va a decir él? Si toda la vida ha sido partidario de la libertad, del progreso, del librepensamiento... Ese mastuerzo no puede decir nada.

DOÑA ANTONIA.- Pero, ¿le parece bien?

DOÑA MARCELA.- Él tiene más ganas de perderme de vista que yo a él.

DOÑA DOLORES.- Pero para divorciarse creo que hacen falta unas causas.

DOÑA MARCELA.- Incompatibilidad de caracteres.

DOÑA DOLORES.- Si llevaban ustedes casados... ¿cuántos años?

DOÑA MARCELA.- Cuarenta y ocho. A ver si al cabo del tiempo no vamos a saber si somos o no somos incompatibles.

DOÑA ANTONIA.- Cómo me gustaría tener el humor que usted tiene, doña Marcela.