«La taberna fantástica» Prólogo
AUTOR.- (Al público)
Represento al autor de la comedia.
En su nombre les digo:
Les agradezco muy de buten
que hoy bacilen conmigo.
Por mí podrían fumar y beber tragos
(si les gusta la priba),
¡pero nos lo prohíbe
la Autoridad gubernativa!
Contrinuirían al ambiente
con el humo y el vino, pues la escena
es una tasca suburbana
triste y acetilena.
La taberna es tranquila y cuasi fúnebre
cuando el currante vaca.
Pero los sábados... En fin, ésta es la historia
de una sangrienta pajarraca.
Una tarde de sábado (y agosto)
bajo un sol de justicia me aburría.
Entré a charlar con Luis el tabernero.
¡Y nada presagiaba lo que sucedería!
(Luz a la taberna. La muestra dice: «El Gato Negro». Encima del dintel, un gato de escayola, erizado. Es una taberna vieja. Detrás del mostrador tres pellejos de vino. Radio. Teléfono. El decorado es complejo: comprende el interior de la taberna, la explanada exterior no urbanizada y el arranque de un vertedero de basura. Fondo de rascacielos y chabolas. Cae un sol de justicia. Luis, el tabernero, se dirige al público)
LUIS.- ¡Las broncas es una cosa mala! Se hartan de vino, aquí la clientela, y luego, a ver, quién carga con las consecuencias, yo.
AUTOR.- (También al público) Cualquiera diría.
LUIS.- (También al público) Hombre, usted porque no viene los sábados por la noche. Se pone esto de miedo.
AUTOR.- (También al público) ¿Esto?
LUIS.- (Asiente) De miedo. Yo, en cuanto llega la noche, loco por cerrar. Es un compromiso, ya le digo.
AUTOR.- No será para tanto, hombre.
LUIS.- ¿Que no? Un compromiso, lo que yo le diga.
AUTOR.- Claro. Cualquier cosa que ocurra... ¿no?
LUIS.- Exacto. Así que en cuanto veo un clarito echo el cierre y a sobar, que además acaba uno muerto, de todo el día de pie. ¿Que me pierdo una peseta? Bueno, pero me la gano en tranquilidad; es decir, que la disfruta mi cuerpo.
AUTOR.- Con la buena gente que viene por aquí... Al menos, los que yo conozco así de alternar... parece mentira.
LUIS.- No, si buena gente sí, pero algunos, unos cabrones cuando llega el momento.
AUTOR.- (Ríe) Qué cosas tiene.
LUIS.- Si no es que tenga queja; y ni de los quinquilleros en este sentido, a ver si me entiende... Pero es la cosa del vino, más que nada; y la mala sangre de algunos, que también; porque, a ver, dígame usted a mí si hay derecho a que por abusar de aquí (con el pulgar, ademán de beber) te falten al respeto y que, por menos de nada, te la líen.
AUTOR.- (Benévolo) El vino, ya se sabe.
LUIS.- Sí; pero si no sabe uno beber, o sea, que tiene mal vino, como se dice, es lo que yo digo, pues que no beba. A ver si no llevo yo razón. Claro que a usted si se arma, a lo mejor le interesa para sus sainetes, pero a mí me joden, con perdón.
AUTOR.- (Comprensivo, risueño) Es natural, Luis. Es natural (Se queda mirando fijamente hacia el público. Pausa) ¿Quién se ha muerto?
LUIS.- No sé.
AUTOR.- Es que ha pasado una carroza. Parece que baja hacia las chabolar del Tejar.
LUIS.- ¡Ah, sí! Ha sido esa, la señora Cosmospólita.
AUTOR.- ¿Quién?
LUIS.- Sí, hombre, la Cosmospólita, la quinquillera, ¿no sabe?, la mujer del Ciriaco, el de las hojalatas, sí, hombre, que es el hermano del Machuna, o sea: que ella era cuñada del Machuna, el compadre de Ramón el de las Poesías, ¿no cae? ¡La Cosmospólita! Pero si la ha visto usted mil veces: la madre del Rogelio, del Rojo que le llaman, que anda huido por ahí desde que mataron a ese guardia civil en Hortaleza, porque dicen que le echan las culpas, ¡no de la muerte, entiéndame! pero que dicen que si es cómplice o que si no... en fin, un rollo.
AUTOR.-¡Ah sí, ya sé! Sólo que yo conozco más a la familia de ella; a ese que llaman el Tiritera, que trabaja haciéndose el enfermo ahí, a la puerta del Mercado de Torrijos.
LUIS.- (Asiente y complementa) Que es su hermano.
AUTOR.- Y a ese que va de ciego, con su lazarillo.
LUIS.-...que le llaman el Ciego de las Ventas. Sí, hombre. El Loren.
AUTOR.- Que lleva gafas negras, ése.
LUIS.- Que lleva gafas cuando sale a trabajar, porque luego se las quita y diquela más que usted y que yo juntos el muy cabrito.
AUTOR.- Que creo que fue l primer marido de esta señora que ha muerto, ¿no? (Luis hace un gesto) O, vamos, que vivió con ella antes. (Luis hace un gesto de "eso sí") Y que tienen un hijo.
LUIS.- Usted lo ha dicho: el Chuli.
AUTOR.- Pues pobre mujer. ¿Y qué tenía?
LUIS.- Eso sí que no sé. Por aquí lo han dicho, pero no he prestado atención. Pero creo que tenía el vientre cosa mala. (Gesto de hinchado)
AUTOR.- Estoy por acercarme al entierro; no sé qué hacer.
LUIS.- Hombre, para usted, a lo mejor es curioso.
AUTOR.- Vendrán todos los parientes, seguro, ¿no?
LUIS.- (Asiente) Los quinquilleros, ya se sabe, todos son familia... Pero el Rojo, no creo que se atreva. La que vendrá, seguro, es la Guardia Civil, por si las moscas. Toque usted hierro.
AUTOR.- ¿Por qué?
LUIS.- Ojalá que no caigan por aquí.
AUTOR.- ¿Los guardias?
LUIS.- Digo los quinquis. Se la juega uno con estos hijos de su madre.